Composición abstracta: en busca de la armonía
Cuando realizamos una composición pictórica que deseamos sea estética y armoniosa, tenemos que seleccionar muy conscientemente los colores a emplear y dentro de los colores, sus valores e intensidades para que el conjunto esté dotado de armonía.
Hemos de considerar el contraste, la variedad y la constancia tanto de los colores como de las formas, volúmenes y masas.
La repetición (de formas, volúmenes y colores) al igual que en la poesía con las palabras, acentos y cadencias, dota a la obra de ritmo y movimiento.
Ha de tener variedad para no resultar monótona y aburrida pero no tanta que llegue a dispersar la atención de quien la contempla.
En fin, cuando nos enfrentamos a una obra totalmente abstracta, a la que damos vida completa desde nuestra mente y con nuestro sentimiento, no trazamos o coloreamos alegremente como piensan algunas personas sino que desarrollamos y resolvemos una compleja ecuación con muchos y diferentes factores.
En este cuadro, he querido hacer uso de fuertes contrastes en las masas (elementos muy grandes y muy pequeños) y los colores.
Para el contraste de color he elegido dos parejas de complementarios: rojo - verde y azul - naranja. El contraste entre complementarios es el máximo que nos permite el color.
Para que dentro del contraste hubiese armonía, he utilizado valores e intensidades diferentes de cada color: claros-oscuros, vivos - apagados.
A veces, conseguir el tono con la viveza o intensidad justa y el valor exacto, nos hace mezclar y remezclar en la paleta, pintar y volver a repintar hasta que el ojo te dice ¡ya!
Y el ojo te dice ¡ya! cuando has conseguido la armonía, el ritmo, la fuerza, la calma, el contraste, la uniformidad la variedad y la repetición equilibrados o al menos, los que tu mente necesita para encontrarlo estético.
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