Mujer - Dibujo con lápices de colores


Una caja con doce lápices de colores fueron las primeras pinturas que cayeron en mis manos, allá por los años de mi niñez.
Después vinieron los pasteles, unas barritas redondas que se rompían a la primera de cambio, con los que decorábamos los mapas en clase de Geografía.
Por último y bastante más tarde, hicieron su aparición las ceras, otras barritas más untuosas y gorditas pero igual de frágiles.
A los pasteles y a las ceras no les cogí una gran afición al principio pero a las pinturas de palo (así llamábamos a los lápices de colores) sí que me aficioné. Tal es así que aún de mayor he seguido disfrutando con ellas.

Para conseguir colores profundos y ricos, con matices, hay que mezclarlas en el papel como mezclaban los puntillistas las pinceladas de óleo en sus cuadros. Pintar por ejemplo con rojo y amarillo (e incluso muy suavemente con azul según el caso) para que el ojo nos devuelva un naranja profundo, con cuerpo, con vida, pues si utilizamos simplemente el naranja, nos quedará una superficie plana y simple.

En estos trabajos, el dibujo lo trazo primero con una pintura de color azul claro, con mucha suavidad por si tengo que rectificar.

Utilizo láminas de papel de grano fino o medio.


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